Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

El desierto...

24/7/17 | |

"Era un olor familiar y amigo, y sin embargo, después de tanto tiempo, afloraba en él algo mezquino. Le recordaba, sí, los años lejanos, la dulzura de ciertos domingos, las alegres cenas, la niñez perdida, pero hablaba también de ventanas cerradas, de tareas, de limpieza matutina, de enfermedades, de peleas, de ratones."

"Entre tanto el tiempo corría, su latido silencioso mide cada vez más precipitado la vida, no podemos parar ni un instante, ni siquiera para una ojeada hacia atrás. «¡Párate! ¡Párate!», quisiéramos gritar, pero comprendemos que es inútil. Todo huye, los hombres, las estaciones, las nubes; y de nada sirve agarrarse a las piedras, resistir en lo alto de un escollo; los dedos cansados se abren, los brazos se aflojan inertes, nos arrastra de nuevo el río, que parece lento pero jamás se para."

Dos fragmentos de El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati.